Renata Medina es un animalito.

 

Entre tanto humanoide.

Entre tanto pajero, tanto onanista con ganas de ser fisgoneado, tanta masturbación quinceañera, “La Malparida” sabe claramente para que tiene la concha, y no necesita un plano para arribarle a la cabeza de un choto.

 

La Medina coje…

Coje y mata.

Por lo general en ese orden.

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No te lavo tu ropa.

Menos tus pies.

Hace rato que deje de creer que eras cristo.

Sos una pequeña parodia.

Un reflejo.

Un recuerdo detrás de un vidrio ingles.

 

No te lavo tu ropa.

Menos tu alma.

Primero.

Debería encontrarla.

Ida.

Una colección de futuros castrados.

 

No te lavo tu ropa.

Mucho menos tu historia.

Ni lo que fuiste.

N lo que sos.

Ni lo que serás.

Nada.

 

No te lavo tu ropa.

Ni tus ojos.

Que se laven solos.

Llorando mierda.

Desolándose.

Deshaciéndose.

 

No te lavo tu ropa.

Ni te toco.

Ni te rozo.

Ni te cojo.

Ni te alcanzo.

Ni siquiera respiro tu mismo aire.

Esta nota va a pedido de Martín Giménez.

Aunque yo creo que el la hubiese escrito mejor.

  

Ahí van las almitas centrifugadas.

Vuelan.

Y no hay Loreal que te estire los contornos llorados de los ojos.

Planean.

Como el águila americana.

Con la bemba torcida.

Y la Kalishnikov on fire.

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