
El fútbol es
inabarcablemente bello.
Su belleza reside en
muchas de las cosas relacionadas con él.
Su simpleza.
Lo fácil que es jugarlo.
Lo poco que se necesita
para jugarlo, (quien no vio a un par de pibes pateando una tapita de cerveza).
Lo que moviliza jugarlo.
Y por sobre todas las
cosas, que es un juego.
Yo quisiera detenerme en
uno de estos aspectos, en el de con que se juega.
A pesar de lo que la
miríada de intelectuales y sus Salieris quieren imponer como discurso bíblico,
aquello de que el fútbol se juega con la “cabeza”, con el cerebro; El fútbol, (aunque si se cabecea), se juega con
el “cuerpo”.
El fútbol es un juego
corporal al extremo.
Y si bien en otros
deportes lo físico es sumamente importante, en el fútbol es primordial, ya que
la parte del mismo que se emplea en su juego son los “pies”, mejor dicho las “patas”.
Si como decía “The Old Carlos”, “la mano construye el
trabajo, y el trabajo construye al hombre”, el fútbol es la contradicción insuperable tanto del trabajo como
del hombre.
El fútbol no es humano.
Y lejos esta de ser un
deporte de dioses, de semidioses o de héroes devaluados.
El fútbol es puramente
animal.
Es salvajemente animal.
Es la animalidad
exacerbada.
El fútbol es instinto en
estado puro.
Es el cuerpo despojado de
todo vestigio cultural, mostrando todo lo hermoso de que es capaz.
Es la supresión de toda
represión.
Es la “libido” lanzada en una gambeta,
es la “voluntad” mandando un centro a la
olla, son siglos de historia oculta saliendo a un cruce, es la “piel” tirando un cambio de frente.
(Desiderata. No existe
una jugada más bella que un cambio de frente. La pelota cruza toda la cancha de
un lateral al otro. Describe una parábola en el aire, en tanto todos los
jugadores, propios y extraños, miran como fluye, miran a ese nuevo y viejo
astro surcar el universo para depositarse en los pies de otro player. Bello.
Griegamente bello).
El fútbol niega a las
manos.
Estigmatiza a quien las
usa.
Hasta el mismísimo Diego
se llevara a su tumba, en algún lugar soleado de Cuba, el máximo secreto de
aquel primer gol a Inglaterra.
Quien toca la pelota con
las manos merece el castigo.
Amarilla. Amarilla que
es poco.
Negociación social que
encubre lo que pide el cuerpo, “roja directa”.
Roja y a las duchas, a
usar las manos para lo único que sirven, para hacerse una paja.
Por otro lado, ¿alguien
conoce puesto más ingrato, más servil, más “cerebral” y “pesimista”, más represor, más triste que el del “arquero”?.
Bueno amigos, esto es
así porque el arquero juega al fútbol con las manos.
(¡POR UN FUTBOL SIN ARQUEROS YA!!!!).
Toda la caterva de “pensadores” del fútbol, técnicos,
entrenadores, preparadores físicos, “fisgones de videos”, “cabuleros”, “trabajadores de la
semana”, están matando el juego.
Esta arrastrando al fútbol
a limites de mediocridad inenarrables.
Planifican, estudian,
investigan, arman una pseudo ciencia de la pelota, se olvidaron de sentir.
Entienden mal eso del “pongan huevos”.
Creen que es salir a
cagarse a patadas, y no el “jueguen, por dios, jueguen y diviértanse”.
Miremos a los players.
Emulos de
fisiculturistas, esteroides más Actimel.
Maratonistas.
Modelos de tv.
formateados a yogur descremado.
Robots a sueldo con un
chip en el orto.
Hiperentrenados.
Hastiados de ensayar
estúpidas jugadas.
Aburridos de eludir
conitos naranjas.
Ensordecidos por los
gritos de ese imbécil que se para detrás de la línea de cal abrazado a una
virgencita.
No aúlles mas DT.
Tomate una Gatorei y relajate un poco.
Mirate una porno.
(¡POR UN FUTBOL LIBRE DE TECNOCRATAS!
¡HEY DTes, DEJEN JUGAR A LOS
PLAYERS SOLOS!).
Me pregunto cuando se
van a dar cuenta que de muy poco sirve patear durante la semana infinitos penales
a un arquero de metegol, si cuando hay que ejecutarlo en el partido, te sale un
pastelito a las manos del guardameta.
Ya lo decía “el maestro”Panzeri, “el fútbol es la dinámica de lo impensado”.
El fútbol no se puede
pensar, solo se puede jugar.
Para que entrenar a lo
zagueros como si fueran a correr los 100 metros llanos, si nada corre más rápido que
la pelota.
Y si hablamos del lenguaje futbolero... toda una
ristra de palabras pomposas, (al igual que en las ciencias de la educación),
que no dicen nada.
Que no sirven para entender, sino para encubrir.
No aclaren que oscurece.
No por nada los inventores del fútbol llamaban a
los players por el lugar donde jugaban.
Un lugar precariamente definido.
Un lugar que no castraba, que no limitaba.
Ahí están los conceptos de “forward”, el que juega adelante... el de “jaz” (half) el que trota por el
medio, o el “back”, el que fatiga la línea
de fondo.
Para no hablar del mítico “win” que remite ineludiblemente
a la animalidad del que tiene “alas”.
No es extraño entonces que el mejor jugador de
todos los tiempos sea un gordito, (de pasiones animales desatadas), que visto
de lejos solo puede ser verdulero.
Por esto que las mujeres jamas podrán jugar al
fútbol.
Son demasiado hermosas, demasiado cerebrales,
demasiado humanas.
¿Alguno vio una película en donde aparezca un
partido de fútbol que se parezca, aunque sea de lejos, poniendo muchisimas
ganas, a un partido de verdad?
Nunca.
Jamas.
Imposible.
El fútbol no se puede pensar, no se puede
racionalizar, no se puede simbolizar, no se puede simular, no se puede
convertir en arte, no es arte, es fútbol.
Hasta el más pedorro de los goles de un picado
entre 4 maletas en un potrero, es infinitamente más bello que el mejor de los “pepsi goles”.
El 25 de junio de 1966, en la tribuna del estadio
Wembley, hay un tipo medio canoso que se pone de pie, y con el blazer azul en
la mano, empieza a gritar desaforado, a incitar a la hinchada a que cante, a
que aúlle.
El tipo es Bond, James Bond.
Los destinatarios del grito desaforado de los
Hooligans son unos jugadores vestidos con una casaca a bastones celeste y
blanca.
El grito que baja de las gradas y se desparrama
por el fiel, pretende ser un insulto. Una injuria.
Una blasfemia.
Pretende bastardear a aquellos hijos que se
mostraban más hermosos, (futbolisticamente hablando), que sus padres.
El grito quiere humillar... pero no.
Es un elogio.
Es un reconocimiento.
Es una glorificación.
Es el recuerdo de Grillo, que cada vez patea mas
pegado a la línea de fondo.
Es el sablazo del chango Cardenas.
Es la visión anticipada en 20 años del Diegogol,
(Desiderata: escuche al hijo de mil putas de Sanfilipo decir que fue gol en
contra del defensor ingles).
Es la envidia de ver a verdaderos jugadores de
fútbol.
El grito es “ANIMALS”.
“ANIMALS”, gracias.
A ustedes.
Gracias por el fútbol.
Gracias por el “ANIMALS”.